Camino por las calles internas del
barrio sur rumbo a la Ciudad Vieja. Al llegar a Ejido veo que está
cortada por vayas y hay una cantidad considerable de gente, puedo
apreciar unos enormes focos alumbrando toda la calle y cámaras,
muchas cámaras. Decido que eso no va a cortar mi camino y me hago un
lugar entre el enrejado y la multitud para así poder seguir. Un tipo
de más o menos mi edad, pero mucho mas alto que yo, se arpoxima con
intención de hablarme. Lo primero que se me viene a la cabeza es que
va a intentar sacarme, y resignado dejo que se me acerque; pero no,
viene a explicarme que están grabando una publicidad y que él es un
extra.
La publicidad consiste en un desfile de
cosas bizarras (que para mi quiere decir “extrañas”. Ya se que
bizarro en español no es la traducción del “bizarre” inglés,
por lo tanto no es sinónimo de “raro”, pero a mi me gusta usar
la palabra de esa forma y me cago en la RAE). Por la calle desfila
todo aquello que normalmente desfila en algún evento o celebración,
ya sea un desfile de moda, militar o de carnaval, todo está ahí.
Marchan modelos famosas (de las que no distingo a ninguna en
particular, pero asumo son famosas), autos, carros alegóricos,
dobles de famosos a modo de “estamos caminando por la alfombra
roja”, y muchas bizarreces (si, bizarreces) más. Particularmente
me llama la atención una doble de Shakira, muy mal lograda y que,
siendo generoso, la triplica en edad.
Mi acompañante, el señor alto,
propone que los extras (entre los cuales ahora me incluye sin
siquiera consultarme) intentemos tocar a quienes desfilan a través
del vayado para que la publicidad se sienta mas realista (como si eso
fuera posible). Alguien de la organización del evento se acerca, le
da a Mr. Alto su mochila y lo invita a retirarse. Aparentemente en el
mundo de las publicidades oníricas no cae muy bien eso de que los
extras opinen sobre lo que habría que hacer, y algo me dice que en
las publicidades no oníricas eso tampoco debe caer en gracia. Alto
me dice que en parte es bueno que lo hayan echado porque ahora voy a
poder mostrarle mi auto, que no entiendo por qué asume lo tengo a la
venta. Intento deshacerme de mi, cada vez mas molesto, acompañante
yendo en el sentido opuesto al que él decide tomar, pero me detienen
y me piden que pase a un cuarto, que me van a hacer unas preguntas.
La habitación es blanca y
completamente ciega, no tiene ningún tipo de abertura, a no ser por
la puerta de entrada (y salida). Habemos unas diez personas sentadas
en sillas con mesitas incorporadas, al estilo liceal. Se nos informa
que van a hacer un estudio de mercado y que la publicidad era sobre
un juego precuela de “Game of Thrones”. Me preguntan si yo lo
compraría y contesto: “Para mi rinde”.
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